Se discute mucho, cada vez menos, acerca de si Messi está al nivel o es mejor que Pelé o Maradona. Sin embargo, somos muchos los que no estamos en condiciones de responder a esa pregunta. Los que hemos nacido a finales de la década de los 70 y los que nacieron en adelante no vimos jugar a Pelé o Maradona. Sí a Romario, a Laudrup, a Zidane, a Baggio, a Raúl, a Rivaldo, a Ronaldo o a Ronaldinho. Y con cualquiera de ellos ni tan siquiera tiene sentido plantear el debate.
Debutó en Montjuic en la temporada 2004-05 como debutaron tantos otros, sin que se presintiera que ese debut fuera un gran acontecimiento. Comenzó a entrenar con el primer equipo y Rijkaard le daba minutos esporádicamente. En mayo de 2005 contra el Albacete en el Camp Nou fabrica con Ronaldinho el que sería el primero de una infinita lista de goles: Messi para el gaúcho, éste la levanta por encima de la defensa para Messi y Messi por encima del portero. Aunque no fue protagonista, sumó su primer título, el primero del Barcelona en seis años.
En verano de 2005 hace la pretemporada con el primer equipo, destaca en la gira asiática y, sobre todo, en el Gamper frente a la Juventus. Allí Capello lo definió como un pequeño diablo. Eso era entonces: un extremo hábil y rápido que salía con facilidad de situaciones complicadas pero al que le costaba asociarse con sus compañeros. Por aquella época Radomir Antic decía que Giuly aportaba más al juego del Barça porque la pedía al espacio y Johan Cruyff que nunca triunfaría en porque era muy individualista.
Pero poco a poco se iba haciendo con un hueco en el equipo, alternando con Giuly y hacía sus primeros goles. Y un buen día se dió a conocer en Europa. Fue a finales de febrero de 2006 en Stamford Bridge, en la ida de los octavos de final. Fue el protagonista del partido, desquició a Del Horno y provocó su expulsión. Mourinho dijo que en Barcelona había teatro del bueno. E iba a ser mejor.
Todo se torció de repente. Una lesión le impidió participar en el tramo final de la liga y en las eliminatorias contra Benfica y Milan, así como en la final de París. Dos títulos más que él no terminaba de sentir como suyos. Se recuperó a tiempo para el Mundial de Alemania donde no dispuso de minutos y apenas brilló. Comenzaba a descubrir la cara negativa del fútbol.
En la temporada 2006-07 su juego seguía evolucionando, pero las malas noticias superaron a las buenas. Sus cifras goleadoras mejoran, marca su primer hat-trick, nada menos que contra el Real Madrid, pero el Barça no gana nada y en partidos claves no es protagonista, especialmente en la eliminatoria contra el Liverpool, dónde Arbeloa le seca.
La siguiente temporada es todavía peor. Aunque sus números siguen mejorando y deja momentos inolvidables como el gol al Getafe, todo ello coincide con una pésima temporada del Barça y en lo personal se lesiona dos veces, ante el Valencia en diciembre y ante el Celtic en marzo. Da la impresión que su evolución se estanca, de que es un jugador frágil, que va a pasar a engrosar la lista de falsos herederos de Maradona y habrá que guardarlo en el mismo armario que Aimar, Ortega, Saviola y tantos otros, de que las predicciones de Cruyff van camino de hacerse realidad...
... y en su camino se cruza Guardiola. El Barça mejora hasta alcanzar el cetro mundial y el crecimiento del rosarino es exponencial. Cambian las compañías y las costumbres, la alimentación mejora y las lesiones desaparecen. Deja de ser sólo un hábil y rápido extremo para aparecer por otras zonas del campo y asociarse cada vez mejor con sus compañeros. No sólo es peligroso en lo individual, aprende a pedirla al espacio y sus pases interiores son un motivo más de amenaza. Un buen día descubrimos que ha aprendido a tirar faltas, no sabemos quién le enseño ni cuando, pero su repertorio sigue aumentando. Por necesidades del guión se ve obligado a actuar de falso nueve, y descubrimos que en el área sabe antiparse, tiene instinto, huele donde caen los rechazos y define con tranquilidad. A Guardiola se le ocurre decir un día que es un buen rematador de cabeza, la gente ríe y en la final de Champions marca de cabeza colándose entre Ferdinand y Vidic. Gana de nuevo Liga y Champions, también la Copa, siendo decisivo en todos ellos. Ahora sí siente esos triunfos como suyos. Parecía haber alcanzado su mejor nivel. Pero el Barça por momentos se vuelve previsible y Pep retoca el sistema: Messi al centro. Su nueva posición como clásico enganche provoca un nuevo salto de calidad. ¿Será el último?
El fútbol son highlights, momentos estelares, y Messi los colecciona: hat-trick al Madrid, hat-tricks contra Zaragoza, Atlético y Valencia, póker al Arsenal, gol maradoniano al Getafe, protagonista en el 2-6, líder en la final de Copa, cabezazo en la final de Champions, 25 goles en Liga de Campeones, más de 100 goles como barcelonista, slaloms gigantes...
Atrás ha quedado ese hábil y pequeño extremo para dar lugar a un jugador total: regatea como Maradona, pasa como Laudrup y define como Romario. Eso sí, no sabemos la marca de calzoncillos que usa. Ni falta que hace.