El Barcelona muestra esta temporada una virtud que la anterior sólo insinuo, la versatilidad
Repite Guardiola con frecuencia que es más difícil lo que está haciendo el Barça este año que lo que hizo el año anterior. En la primera vuelta de la temporada pasada todo iba rodado: el equipo repetía su 4-3-3 con la defensa muy adelantada, dos extremos abiertos y la presión y la posesión como banderas. Nadie sabía muy bien como hacer frente al Barcelona.
Pero algunos equipos empezaron a encontrar fórmulas: el Madrid en el Camp Nou, el Atlético en el Calderon o el Chelsea en Champions pusieron en serios aprietos a los blaugrana. El sota, caballo y rey ya no siempre funcionaba. Guardiola se vio obligado a buscar soluciones y las aplicó en los dos partidos clave: el clásico liguero del Bernabéu y la final de Roma. Misma solución en ambos casos: Messi al centro y ligeramente retrasado
para facilitar su asociación con Xavi e Iniesta y quitar referencias a los centrales y Etoo
a la derecha. Las diagonales de Henry y el camerunés resultaron decisivas en ambos partidos.
Pero la fórmula de la criptonita del Barça ya se había inventado y sólo había que copiarla o
mejorarla. Guardiola debía perfeccionar el antídoto. Y no sólo lo perfeccionó sino que desarrolló varios. El Barça mantiene sus señas identitarias, presión y posesión, pero se han multiplicado los recursos posicionales en función de la disposición del rival.
Ibrahimovic. El sueco le da una solución más al Barça. Si la presión del rival es buena, balón largo al sueco, éste lo echa al suelo y a jugar.
Messi detrás del punta y dos extremos. Los centrales no pueden salir porque se tienen que ocupar del punta y se mantiene el campo abierto. Resultado: Messi dispone de mucho más espacio con las consecuencias ya conocidas.
Más variantes en medio campo. El curso pasado el Barça jugaba siempre con centro del campo de tres: Xavi, Touré/Busquets y Keita/Iniesta. Este año, aún manteniendo esa fórmula como primera opción, se ha combinado con otras. Sólo dos centrocampistas con cuatro jugadores por delante, cuando conviene ser directo, o bien cuatro centrocampistas puros cuando no es necesario arriesgar, como en la segunda parte ante el Arsenal: Busquets, Touré, Keita y Xavi, con dos delanteros con mucha movilidad por delante.
Recursos defensivos. El Barcelona ganó la final de Roma sin poder contar con Alves por sanción. Puyol dejaba menos huecos a sus espaldas que Alves y eso hizo que Cristiano y Rooney dispusiesen de menos espacio. En el Madrid no estaba Rooney pero sí Higuaín. Si salió bien en mayo pasado no tenía porque salir mal en el Bernabéu. Y así fue. En la segunda parte cambió y Alves volvió al lateral, pero no se incorporó al ataque con la misma frecuencia que en otras ocasiones, de manera que la consigna principal, no dejar huecos en las espaldas, seguía compliéndose.
Lluvia fina. El Barcelona del año pasado avasallaba. Y cuando no podía hacerlo lo pasaba mal, como ante el Chelsea. Solución: la paciencia. Tener el balón sin perderlo en posiciones comprometidas y esperar a que el movimiento genere la oportunidad. Y mientras tanto, el rival se va cansando. El Barcelona genera entonces menos ocasiones, y llega menos al área, pero las ocasiones creadas son más claras y se arriesga menos el balón, lo que provoca menos sufrimiento atrás. Resultado: algún gol menos a favor y bastantes menos en contra.
Los resultados no han variado. Los principios básicos tampoco. Y conviene tener en cuenta que los partidos se deciden por detalles.