El equipo holandés revolucionó el fútbol al comienzo de la década de los 70, trasformando una simple suma de individualidades en una tarea colectiva
Desde que a finales del siglo XIX se empezó a jugar al fútbol, primero en Inglaterra y luego en el resto de Europa y el mundo, este deporte había seguido fielmente los preceptos de Adam Smith, filósofo y economista escocés que estableció que la productividad de una empresa, una sociedad o, en definitiva, un conjunto de seres humanos, era mayor si cada individuo se dedicaba a hacer aquello y solamente aquello para lo cual estaba mejor preparado. Esto es lo que se conoce como división del trabajo o especialización. De esta manera, hasta la década de los 70 el fútbol era un deporte en el que jugaban un portero, algunos defensas, pocos centrocampistas y muchos delanteros y cada uno tenía clara su labor y no se metía en las de los demás. Incluso los roles de titular y suplente estaban claramente marcados. Es cierto que hubo jugadores, como Di Stéfano, Kubala o Suárez en España, que no se limitaban a ejercer esperar el balón desde su puesto de delantero o interior (de los de entonces) sino que participaban de forma activa en labores defensivas y de creación. Pero eran sólo algunas excepciones.
Adam Smith, en la parte final de su vida, matizó sensiblemente su teoría al encontrarle algunos puntos débiles. En el libro quinto de La riqueza de las naciones reconoce que un trabajador acostumbrado unas pocas tareas sencillas termina por no ejercitar la mente ni el cuerpo y se vuelve inútil cuando emprende tareas diferentes a aquellas que está acostumbrado a realizar, de manera que los beneficios que se obtienen porque el trabajador realice muy bien una tarea no compensan el que sea incapaz de hacer otras. Aplicados al fútbol los matices anteriores se podría decir que un jugador que se limita a desarrollar una sola tarea, ya sea esta defensiva u ofensiva, no ayuda a su equipo en la medida en que podría llegar a hacerlo si asumiese más responsabilidades, ni saca el máximo partido de sus aptitudes futbolísticas.
El primer equipo en dejar de lado la especialización para tratar de ser un equipo más que un conjunto de aportaciones individuales fue el Ajax de Amsterdam. Los primeros pasos dados en este sentido se atribuyen a John Reynolds, que fue técnico del Ajax en diferentes etapas entre 1915 y 1947, pero fue Rinus Michels a partir de mediados de los 60 quién apostó por un revolucionario estilo de juego de juego basado más en el aprovechamiento de los espacios que en la posiciones y en el cual los jugadores se intercambiaban de posición sin que se resistiera la estructura del equipo, de tal manera que todos podrían ejercer en un momento dado funciones defensivas, de creación o de finalización. Este estilo de juego llevó al Ajax a ganar su primera Copa de Europa en 1971, tras lo que Michels fue contratado por el FC Barcelona. El estilo del Barça de hoy tiene su germen en esa contratación. En los dos años siguientes, el rumano Stefan Kovács perfeccionó el ya conocido como fútbol total y conquistó otras dos Copas de Europa. Especialmente importante fue la del 72 en la que venció en la final al Inter, por entonces exponente principal del Catennacio, en lo que fue una lucha entre dos estilos que terminó con victoria del Ajax por 2-0. Neeskens, Krol, Haan, Rep y, sobre todo, Cruyff, fueron los actores principales de aquella revolución futbolística.
La marcha de algunos de los mejores jugadores de ese Ajax, como Cruyff, Neeskens o Rep y la del entrenador Kovács, que se hizo cargo, con poco éxito, de la selección francesa, debilitó al Ajax que pasó por unos años difíciles, en los que vivió multiples cambios de entrenador. Pese a que siguió ganando títulos a nivel doméstico y sacando de su cantera alguno de los mayores talentos del fútbol mundial, como Van Basten, Rijkaard o Bergkamp, no volvió a ser un grande de Europa hasta finales de los 80, de la mano de Cruyff y, sobre todo, a mediados de los 90, con un equipo de ensueño en el que jugaban los hermanos De Boer, Seedorf, Kluivert, Overmars, Van der Sar o Finidi dirigidos por Van Gaal: aquel equipo ganó un Copa de la Uefa en 1992 y una Copa de Europa en 1995 en Viena al Milan. Especialmente recordado en España es el partido que le enfrentó al Real Madrid en el Bernabéu en ese mismo año 1995: pocos equipos han dominado al Real Madrid de esa forma a lo largo de la historia. El Ajax ganó 0-2, le anularon injustamente un gol a Kluivert, no concedieron un gol fantasma a Litmanen y tuvo infinidad de opciones más para marcar. Ese Ajax también se deshizo por culpa del dinero procedente de España, Italia o Inglaterra y, desde entonces, aunque mantiene sus señas de indentidad, no ha vuelto a hacer nada reseñable en Europa porque no ha podido evitar que sus jóvenes talentos hayan emigrado en cuanto empezaban a destacar: Ibrahimovic, Huntelaar, Sneijder o Van der Vaart son algunos ejemplos. Es probable que, tal y como está montado el fútbol hoy, el Ajax difícilmente pueda volver a tener un papel protagonista en Europa, pero nunca se podrá olvidar que fue en Holanda a principios de los 70 donde el fútbol dejó de ser la suma de once aportaciones individuales para trasformarse en una verdadera labor de equipo, enterrando así definitivamente para el fútbol los postulados de Adam Smith.