Uno tiene una edad en la que muchos familiares o amigos con los que se tiene buena relación van teniendo niños. Y sucede con frecuencia que, cuando uno hace una visita o es visitado por esos amigos o esos conocidos observa el comportamiento del niño: los hay más tranquilos, más inquietos, con más o menos curiosidad por lo que les rodea, cariñosos, ariscos… A veces, pocas, pasa que uno se encuentra frente a un niño en el que uno observa comportamientos extraños: coge cosas y las tira, se da cabezazos contra las paredes, se pone a chillar sin venir a cuento etc. En uno de esos momentos, mientras presencias como el niño hace cosas que no tienen explicación, el padre de la criatura se acerca y te dice: “Es superinteligente, siempre está imaginando, creando, buscando explicaciones a lo que le rodea…”. En ese momento piensas: “Pues a mí me parece que entre una gallina y este niño, la gallina es bastante más lista”. Pero por no armarla te callas.
Con Mourinho pasa lo mismo: se argumenta que es un hombre con una inteligencia superior, que tiene todo bajo control y que mide al milímetro cada paso que da. A mí, como en el caso del niño anterior, simplemente me parece que está como una regadera.
Y ya no es que esté como una regadera, sino que el niño ha escapado al control del padre. Cuando el niño era pequeño, fue a visitar a unos familiares que tenían su salón decorado con jarrones que costaban una pasta. El niño, fiel a su costumbre de tocarlo todo, cogió dos jarrones, los puso a rodar sobre la mesa y acabaron en el suelo hechos añicos. El padre dijo entonces que qué clase de personas eran esas que sabiendo que iba un niño a su casa dejaban los jarrones a su alcance. Otro día fueron el niño, acompañado de su progenitor A y su progenitor B, a visitar a unos amigos que tenía un perro. El niño se pasó media tarde intentando meterle un palo por el culo al perro, hasta que el perro se hartó y le ladró. Los perros, normalmente mejores personas que los humanos, no suelen pasar de ahí. El niño se asustó y el padre dijo que qué tipo de gente era esa que dejaba un perro suelto por casa sabiendo que allí había un niño. En otra ocasión, una tía mayor de la familia fue a visitar al pequeño. La mujer, ya mayor, se movía con dificultad. Mientras caminaba por el pasillo, el niño pasó corriendo a su lado con tan poca precaución que la empujó y la tiró al suelo. El padre, eximiendo de toda culpa a su pequeño masculló: “Esta vieja torpe lo que tenía que hacer era quedarse en su casa”. Y así, trufada de “divertidas” anécdotas como estas, transcurría la vida del niño.
Cuando el niño ya tenía una cierta edad su padre organizó una cena en casa a la que invitó a amigos y familiares. El niño jugaba feliz por casa y cuando nadie le miraba, encontró un bote de barniz en un armario. Ni corto ni perezoso se lo llevó a su habitación, lo abrió y empezó a decorar con él el estuco de su habitación. Como era un niño muy limpio, para no mancharse se puso por encima una camisa de su padre que le había costado más de 200 € y la decoró también oportunamente. Cuando el padre se enteró, esta vez sí se enfadó y reprimió al pequeño. Este, poco acostumbrado a reprimendas, y delante de los invitados, le contestó: “Cállate. Como dice mamá, eres un calzonazos y si te aguanto es porque traes dinero a casa” ¿Qué podía hacer el padre entonces? Castigarle: sí, pero eso no arreglaría la vergüenza que le había hecho pasar. Dejar pasar el incidente como si no hubiera escuchado nada: también, pero no mitigaría su vergüenza y supondría asumir que el niño había escapado a su control.
Con Mourinho pasa lo mismo: se argumenta que es un hombre con una inteligencia superior, que tiene todo bajo control y que mide al milímetro cada paso que da. A mí, como en el caso del niño anterior, simplemente me parece que está como una regadera.
Y ya no es que esté como una regadera, sino que el niño ha escapado al control del padre. Cuando el niño era pequeño, fue a visitar a unos familiares que tenían su salón decorado con jarrones que costaban una pasta. El niño, fiel a su costumbre de tocarlo todo, cogió dos jarrones, los puso a rodar sobre la mesa y acabaron en el suelo hechos añicos. El padre dijo entonces que qué clase de personas eran esas que sabiendo que iba un niño a su casa dejaban los jarrones a su alcance. Otro día fueron el niño, acompañado de su progenitor A y su progenitor B, a visitar a unos amigos que tenía un perro. El niño se pasó media tarde intentando meterle un palo por el culo al perro, hasta que el perro se hartó y le ladró. Los perros, normalmente mejores personas que los humanos, no suelen pasar de ahí. El niño se asustó y el padre dijo que qué tipo de gente era esa que dejaba un perro suelto por casa sabiendo que allí había un niño. En otra ocasión, una tía mayor de la familia fue a visitar al pequeño. La mujer, ya mayor, se movía con dificultad. Mientras caminaba por el pasillo, el niño pasó corriendo a su lado con tan poca precaución que la empujó y la tiró al suelo. El padre, eximiendo de toda culpa a su pequeño masculló: “Esta vieja torpe lo que tenía que hacer era quedarse en su casa”. Y así, trufada de “divertidas” anécdotas como estas, transcurría la vida del niño.
Cuando el niño ya tenía una cierta edad su padre organizó una cena en casa a la que invitó a amigos y familiares. El niño jugaba feliz por casa y cuando nadie le miraba, encontró un bote de barniz en un armario. Ni corto ni perezoso se lo llevó a su habitación, lo abrió y empezó a decorar con él el estuco de su habitación. Como era un niño muy limpio, para no mancharse se puso por encima una camisa de su padre que le había costado más de 200 € y la decoró también oportunamente. Cuando el padre se enteró, esta vez sí se enfadó y reprimió al pequeño. Este, poco acostumbrado a reprimendas, y delante de los invitados, le contestó: “Cállate. Como dice mamá, eres un calzonazos y si te aguanto es porque traes dinero a casa” ¿Qué podía hacer el padre entonces? Castigarle: sí, pero eso no arreglaría la vergüenza que le había hecho pasar. Dejar pasar el incidente como si no hubiera escuchado nada: también, pero no mitigaría su vergüenza y supondría asumir que el niño había escapado a su control.
Algo semejante es lo que ha sucedido al Madrid con Mourinho: cuando los perjudicados de sus acciones han sido Mallorca, Levante, Español, Sporting, Barcelona, Emery, Preciado, Villa, los árbitros, la UEFA… la culpa era de los perjudicados. Ahora el niño se revela contra el propio Madrid. Y cualquier solución es mala. Si le consientes, admites que ya no puedes ejercer ningún control sobre él, y si no le consientes, te puedes quedar sin niño.
Entre los padres irresponsables y los rectores del Real Madrid hay una diferencia: el padre no puedo elegir el carácter de su hijo, aunque sus decisiones tampoco ayudaron a hacer de él alguien educado. El Real Madrid se hizo con los servicios de Mourinho, no ya sabiendo como era, sino precisamente por cómo era. En el pecado lleva la penitencia.
@fjaz79
Entre los padres irresponsables y los rectores del Real Madrid hay una diferencia: el padre no puedo elegir el carácter de su hijo, aunque sus decisiones tampoco ayudaron a hacer de él alguien educado. El Real Madrid se hizo con los servicios de Mourinho, no ya sabiendo como era, sino precisamente por cómo era. En el pecado lleva la penitencia.
@fjaz79